EL VERANO DEL 2020 Y LA BELLEZA IMPROBABLE

Esta siendo un verano extraño, como todo lo que viene sucediendo desde que el coronavirus irrumpió trágicamente en nuestras vidas. Un verano sin canción del verano, sin festivales de música, sin la Vuelta, sin los JJOO de Tokio…

Para poner una nota de normalidad y como hago cada año desde que tengo memoria, he disfrutado de unos días de descanso estival en Salamanca, en concreto, en el pequeño pueblo de mi madre, Aldeaseca de Alba.

Una mañana, mientras cotilleaba en los armarios y cajones de la casa, di con una caja de «trastos» pertenecientes sin duda a la anterior propietaria. En parte por sensibilidad, en parte por la tendencia de algunos mayores a guardar y no tirar, mis padres habían optado por salvar la colección de objetos y recuerdos, aunque solo fuera para almacenarla en el fondo oscuro de un armario.

Con esta entrada me propongo hoy sacar a la luz esos objetos feos, raros, imposibles, quizás innecesarios, y brindarles la oportunidad de reivindicar su singularidad. A fin de cuentas, la belleza es a menudo solo una cuestión de perspectiva, de enfoque, de contexto, de momento o de luz.